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Cada vez hay más mujeres con empleo formal, pero la brecha salarial sigue elevada

La fuerza laboral de las mujeres en Bolivia representa el 45% frente al 55% de los hombres; si bien en los últimos años se observa la participación femenina en cargos de decisión tradicionalmente masculinos, persiste la brecha salarial que alcanza hasta el 62%.

En 11 de las 27 actividades o sectores económicos identificados en Bolivia, las mujeres perciben menos sueldo pese a contar con títulos profesionales, experiencia y ocupar cargos jerárquicos igual que los hombres, de acuerdo con un análisis elaborado por la Unidad de Planificación, Proyectos y Responsabilidad Social Empresarial de la Federación de Entidades Empresariales de Cochabamba (FEPC) con base a datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) y el Ministerio de Trabajo, Empleo y Previsión Social.

Para la presidenta de la Cámara de Mujeres Empresarias de Bolivia (Camebol), Magaly Castro, aún existen obstáculos que deben superarse para ocupar cargos gerenciales y directivos en igualdad de condiciones que los hombres.

En el sector privado, el sueldo promedio de gerentes varones es de 17.959 bolivianos y el de mujeres 14.583; es decir, 23% menos. En el caso de los cargos no jerárquicos, el sueldo promedio es de 4.000 bolivianos para los hombres y 3.200 bolivianos la remuneración mensual que percibe una mujer. Con relación a los profesionales, lo varones ganan 6.557 bolivianos y las mujer 5.068 bolivianos.

Mientras que el sueldo mínimo promedio que gana una mujer en la categoría “obreros especializados” (personal que se capacitó en algún rubro) es de 2.858 bolivianos, frente a los 3.819 bolivianos que percibe un hombre. 

El sueldo medio nominal que ganan las mujeres en el grupo ocupacional “general” es de 4.726 bolivianos y 5.044 bolivianos los hombres por la misma actividad, lo que evidencia una diferencia de 0,6%.

El único grupo ocupacional en el cual las mujeres ganan más que los hombres es en “otros obreros”. Una mujer llega a percibir un sueldo de 4.459 bolivianos, frente a 2.859 bolivianos que gana un hombre, lo cual muestra una brecha del 35.89%.

Trabajadores activos

Bolivia cuenta con 4.3 millones de trabajadores que se desempeñan en diversos rubros y actividades, de los cuales 1.9 millones son mujeres que se desenvuelven en 825 mil puestos laborales formales.

La mujer logró incursionar en los todos los rubros productivos, como el turismo, la construcción, la industria, la agroindustria, el desarrollo de tecnológico; pero tiene más presencia en el sector de servicios y comercio.

Según el presidente de la FEPC, Luis Laredo, las mujeres pueden destacarse en cualquier actividad debido a que cuentan con las habilidades y capacidades requeridas; sin embargo, admite que aún hay barreras para que puedan desenvolverse a plenitud y aprovechar todas las habilidades y capacidades que tienen. “El sector empresarial privado brinda fuentes laborales estables y da oportunidad a las mujeres donde pueden desempeñarse profesionalmente; no obstante, es cierto que en los altos mandos de las empresas aún queda mucho por recorrer para alcanzar la equidad de género”, sostiene.

Asegura que se encaran todas las gestiones para cambiar el paradigma del pensamiento empresarial antiguo y así generar nuevas oportunidades para las mujeres. “Estamos orgullosos de generar oportunidades para las nuevas generaciones, nosotros salimos del discurso y avanzamos en los hechos. Una parte importante de nuestro equipo está conformado por mujeres profesionales. Creemos que este impacto tiene efectos multiplicadores a futuro”, manifiesta.

Un PIB de géneros

Mientras que para Castro urge contar con datos reales que cuantifique un Producto Interno Bruto (PIB) de géneros, es por eso que se trabaja en un proyecto que permitirá contabilizar el aporte de las empresas lideradas por mujeres en los distintos rubros productivos y se podrá identificar las diferencias y oportunidades entre los diferentes sectores; además, posibilitará tener un factor fundamental para formular políticas ajustadas a las necesidades concretas de la población femenina con actividades económicas productivas.

La empresaria señala que, según informes de ONU Mujeres, a pesar de que la incorporación de las mujeres al mundo laboral tuvo un importante crecimiento, pero todavía no hay un reparto equitativo de las responsabilidades y cuidado del hogar. Es decir que, aunque la mujer trabaje, por lo general, sigue siendo ella la que se ocupa del cuidado de los hijos y de las tareas del hogar. Aún existe una feminización del cuidado y del trabajo en casa que incide directamente en la desigualdad económica al producir una carga dispar laboral, lo cual implica que muchas mujeres tengan que optar por jornadas reducidas para poder compatibilizar ambas esferas o incluso interrumpir o abandonar de forma definitiva su carrera laboral y que no la hacen por voluntad propia, ya que esto les implica una menor remuneración.

Por lo tanto, es fundamental que se considere de manera diferenciada las necesidades entre mujeres y hombres, poniendo en práctica políticas e intervenciones que sean efectivas y equitativas, que fomenten el empoderamiento económico de la mujer a través de la igualdad de oportunidades para la dirección o ascenso a cargos de liderazgo, algo que incrementa la eficacia organizacional. “Se estima que las empresas donde tres o más mujeres ejercen funciones ejecutivas superiores registran un desempeño más alto en todos los aspectos de la eficacia organizacional”, dice nuestra entrevistada.

Considera necesario mejorar las condiciones de las mujeres como trabajadoras o productoras, de tal manera de reconocerlas como sujetos económicos. “Esta desvalorización en su posicionamiento como agente económico restringe sus oportunidades económicas para disponer efectivamente de activos, desarrollar sus capacidades para la gestión y contribuir eficientemente en la producción de bienes y servicios”, agrega.

A juicio de Castro, es indiscutible que cuando el número de mujeres ocupadas aumenta, las economías crecen. Según estudios efectuados en países de Latinoamérica y el Caribe, el aumento de la participación de las mujeres en la fuerza de trabajo o una reducción de la disparidad entre la participación de mujeres y hombres en la fuerza laboral produce un crecimiento económico más rápido.

Experiencia laborales

La gerente comercial de la empresa Tauro, Ximena Antezana, es una de las dos ejecutivas que se desenvuelven en el rubro de la marroquinería en el país. Si bien estuvo ligada toda su vida a la industria del cuero, debió enfrentarse a la resistencia de los matarifes por su condición de mujer. “Ellos esperaban que sea un hombre quien se siente a negociar con ellos y no una mujer”, recuerda.

Admite que debe redoblar su esfuerzo para desempeñar sus funciones que son altamente demandantes y además estar atenta a las actividades de su hijo, entre ellas llevarlo y recogerle del colegio. “Es posible realizarse profesionalmente, pero cuesta más”, afirma.

Experiencias similares las vivieron profesionales que se desenvuelven en la industria como las gerentes de Profilm, Pamela Lujan; de Inoxpol, María Cristina Pol; y de Cerámica Nacional, Sandra Rojas; ellas tuvieron que enfrentar la resistencia de sus obreros e incluso de algunos colegas.

Sandra Rojas es administradora de empresas y tiene a su cargo cerca de 30 obreros, todos varones, y tuvo que enfrentar una protesta sindical por la contratación de una mujer para el área de Calidad; sin embargo, no dio su brazo a torcer y continúa en su proyecto de fomentar la equidad de género en una industria tradicionalmente masculina. Reconoce que llegar al cargo que ocupa le costó más esfuerzo que a otros. “Nuestro trabajo es controlado con más rigidez”, asegura. Sus más de 25 años en la industria le da la seguridad que necesita para ocupar su cargo. “Soy la única gerente mujer en todo el grupo Auzza”, refiere.

La economista e investigadora de la Coordinadora del Centro de Planificación y Gestión de la Universidad Mayor de San Simón (UMSS), Carmen Ledo, señala que la mujer debe poner más esfuerzo que sus pares varones en su desempeño laboral. “Para lograr sus metas debe sacrificar horas de sueño, horas de descanso porque sigue siendo responsable del cuidado de la familia”, sostiene.

Lamenta que el aporte de la mujer a la economía quede invisibilizado por la falta de datos oficiales.

La presidenta de Camebol considera fundamental las redes de contacto y el intercambio de experiencias en un ambiente colaborativo, productivo y de compromiso con el desarrollo de nuestro país. “Nos interesa crear una mayor conciencia en quienes lideran nuestras empresas y toman decisiones sobre el valor de incorporar a las mujeres en la alta dirección de empresas”, señala.

Apoyar a las mujeres en el logro de su autonomía económica, social y política, sostiene, es un compromiso que se debe tener como sociedad, tanto por las generaciones pasadas que lucharon por conquistar los derechos de las mujeres como por las presentes y futuras. “Sin duda la sociedad podría obtener grandes beneficios si la equidad y la paridad de género fueran reales”, asegura.

Si bien en Bolivia no existe un indicador oficial que mida el Producto Bruto Interno (PIB) femenino, se destaca el aporte de la mujer boliviana en todos los rubros y actividades económicas, en los diversos puestos o posiciones dentro del sector privado y público. 

Es estima que el aporte femenino al PIB en 2021, considerando la cantidad de trabajadoras que están insertas en el aparato productivo y de servicios, fue del 37%, que representa un valor de 15.060 millones de dólares.

Empoderamiento económico

Naciones Unidas hizo un llamado urgente para trabajar de forma conjunta y coordinada para garantizar el cumplimiento de los derechos de las mujeres y las niñas. Para ello, uno de los principales retos es lograr el empoderamiento económico de las mujeres y así lograr la igualdad de género, la erradicación de la pobreza y el crecimiento económico inclusivo, como plantea la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, en particular su quinto objetivo.

El empoderamiento económico y la participación política de las mujeres se constituyen en exigencias y requisitos para avanzar hacia una democracia paritaria y real que contribuya al desarrollo sostenible y a economías más sólidas e inclusivas.

La desigualdad económica entre los géneros es un problema enraizado que proviene de las relaciones históricamente desiguales de poder y que se materializa con la discriminación, la desigualdad social y la violencia que sufren las mujeres.

Bolivia realizó avances importantes en los últimos años para el cumplimiento de sus compromisos internacionales en materia de empoderamiento económico de las mujeres y lucha contra las discriminaciones de género, fruto de ese trabajo es la participación laboral de la mujer boliviana que es la más alta de la región (62%), frente al 51% que se registra en el resto de los países de América Latina y el Caribe; sin embargo, sigue siendo menor que la de los hombres.

También existe un alto nivel de vulnerabilidad e informalidad y una importante concentración en sectores de baja productividad, particularmente en el caso de las mujeres indígenas. El 60% de las mujeres se encuentran insertas en este tipo de ocupaciones, frente al 40% de los hombres. En Bolivia, según el informe del INE “Salarios, remuneraciones y empleo del sector privado”, entre 2008 y 2015 la brecha salarial entre hombres y mujeres se incrementó de 60 a 410 bolivianos.

Estas desigualdades económicas están directamente vinculadas con el trabajo doméstico no remunerado y el trabajo de cuidado de la población infantil, personas adultas mayores y personas con discapacidad. Estas tareas recaen fundamentalmente en las mujeres y niñas, sobre todo, en las más pobres, sumiéndolas en un círculo vicioso de informalidad y precariedad laboral.
 

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