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HAGAMOS QUE EL ESFUERZO DE TODOS VALGA LA PENA

Marcelo Quiroga Soria

Director del Departamento de Administración Economía y Finanzas

Universidad Católica Boliviana San Pablo

Finalizaba el mes de marzo y la comunidad universitaria entraba en desasosiego. Cómo proteger a los estudiantes, cómo proteger a los administrativos, cómo reorganizar el semestre, hay que dar clase virtuales, etc. Estas entre muchas otras, eran preguntas que circulaban en los pasillos de la universidad donde trabajo y que se quedaban cada vez más vacíos hasta que nos encontramos cada uno confinados en nuestros hogares con la sensación de que algo estaba pasando y sin percibir la real dimensión de los verdaderos retos a los que nos estábamos enfrentando y ante la pregunta general de todos: ¿y ahora qué?

Los días fueron pasando y el hecho de quedarse en casa era una realidad cada vez palpable ante un semestre que no se detiene y frente a un cúmulo de dudas, temores y consultas que empezaban a agobiarnos, provenientes de los estudiantes, padres y docentes producto de la incertidumbre generada. Esta incertidumbre, en la que hoy se encuentran muchísimas personas, también afectan a las actividades económicas, políticas y culturales, sin importar su envergadura, dada la coyuntura que nos está tocando vivir, todo esto acompañado de dudas que buscan respuesta sobre qué posibilidades ciertas existen de seguir operando, el tiempo que se podría soportar para sobrevivir esta coyuntura o, cómo afrontaremos nuestras obligaciones. Todos estos temores son absolutamente válidos.

Nadie se preparó para un problema como este y nadie con seguridad sabe cuánto tiempo más podría durar, lo cierto es que existe y debemos afrontarlo. Es aquí donde la academia y los docentes debemos buscar la dimensión que nos permita encontrar respuestas sobre cuál es el mensaje que debemos capitalizar de toda esta coyuntura, qué transformaciones debemos hacer ahora y, sobre todo, cómo aprovechamos esta circunstancia para mejorar como personas, como docentes, como universidades y como sociedad en su conjunto.

Debemos hacer que todo este tiempo que vivamos esta crisis haya valido la pena. El estar en casa invadidos de información por todos los medios que tenemos a nuestro alcance, al punto de llegar a nivel de saturación que podría derivar en un peligroso no importismo, debe tener una respuesta positiva. Debemos hacer una retrospección de cómo nos hemos venido desempeñando como personas, como instituciones y como sociedad en los últimos años y, seguramente las conclusiones podrían tener rótulos no muy agradables como egoísmo y hostilidad.

Este tiempo de confinamiento nos debe llevar a pensar en cómo vivimos en una sociedad centrada en el consumo, en aplicar estrategias de cómo “me comeré al mundo” o  "I win then you lost", en priorizar el trabajo a la familia o en “tener y no Ser”.

El tiempo de distanciamiento social, nos tiene que llevar a reflexionar y valorar aspectos de nuestra vida personal, laboral y familiar que quizá descuidamos o no la llevamos de la mejor forma, de manera tal que cuando podamos nuevamente tener la libertad de movernos, de volver a lo nuestro o a emprender nuevas actividades, hagamos la diferencia. Será entonces importante que el volver a la normalidad venga acompañado con la aplicación de ciertos aprendizajes que este tiempo de confinamiento nos haya dado, tiempo que a todos nos ha llegado sin excepción. Tenemos que procurar que eso suceda,  que todo este tiempo haya valido la pena y haya generado en cada uno de nosotros  un sentimiento de mejorar,  de hallar la necesidad de un rediseño interior,  de fijarnos más en nuestro entorno,  de no vivir solo para nosotros mismos, de acercarnos a nuestra  fe en nuestro señor Jesucristo y la Virgen María  y,  en el ámbito empresarial a valorar a la gente, al capital humano como un conjunto de personas con alma,  sentimientos,  necesidades y deseos de superación.

Esto significa no quedarnos solamente en el análisis reflexivo, es necesario actuar, es necesario cambiar, es necesario mejorar con la finalidad de no terminar en acciones aisladas, sino de redefinir el plan que nos hayamos trazado a nivel personal, familiar e institucional, dando un mejor propósito a nuestras vidas.

Las organizaciones, llámense empresas o instituciones, deben repensar sus estrategias con el fin de que además de los tradicionales objetivos financieros y comerciales, tomen relevancia la responsabilidad social, la cultura organizacional, el cuidado del medio ambiente, el bienestar del capital humano.

La Incertidumbre generada por la coyuntura actual se quedará como tal, cuando simplemente nos encuentra con una actitud pasiva, reaccionando a los acontecimientos, dejándonos llevar por la corriente y sin capacidad de cambio e innovación. Será importante por ello, antes que dejarnos llevar por esta, construir de manera proactiva, nuevos objetivos, nuevas acciones, nuevas metas, sin temor a incorporar rediseños a nivel de hábitos personales, procesos empresariales, ya que de lo que se trata es de avanzar, cambiar, mejorar hacia una sociedad con un mayor sentido de valoración de la vida.

"No hay diferencias ni fronteras entre los que sufren" ante el coronavirus, mencionó el papa Francisco días pasado, advirtiendo que el egoísmo indiferente se constituye en un riesgo, en "un virus todavía peor", en un llamado a eliminar las desigualdades ya que ante esta pandemia “ todos somos frágiles, iguales y valiosos", nos recordó en sus palabras. Asimismo, recalcó que "sin una visión de conjunto nadie tendrá futuro", pidiendo ser "misericordiosos con el que es más débil" ya que "sólo así reconstruiremos un mundo nuevo". Tenemos tiempo, comencemos ahora.

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