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Que cada boliviano aporte

Ya quedan pocos días para fin de año y Bolivia mantiene una tranquilidad de superficie que sorprende: las movilizaciones han cejado, las ferias navideñas están casi llenas, los insultos han bajado de tono —excepto los de María Galindo contra la Primer Mandataria—, y una parte importante de la población piensa en sus adentros en cómo hacer que estas fiestas sean fiestas.

Pero ¿Se podrá seguir así por más tiempo? Ya decían los abuelos que hay que cuidarse más de las aguas tranquilas que de las bravas. De hecho, comienzan a emerger reportes de importantes entidades estatales que hablan de bancarrotas o al menos de millonarios daños económicos, lo que se suma a los presagios de que nuestra economía va sufrir una caída ruidosa.

En cualquiera de los casos ¿Qué debemos hacer los bolivianos para rebatir este presagio? O ¿Cuánto tiempo demandará derrotarlo? 

Ya los empresarios privados han colocado su cuota al exigir al gobierno de transición y al que venga por la silla a tomarse en serio tres cosas: reducir los impuestos, abrir las exportaciones y otorgar seguridad jurídica a los inversores. A decir verdad, esto no es novedad puesto que siempre estuvo en su pergamino de peticiones. De la clase política hay que ver todavía cómo responde a este ruego. Mientras tanto, es un acertijo.

El sector industrial también ha dado su contribución, eso sí, dirigida al boliviano genuino y de a pie, a ese que se enorgullece de serlo aquí o en la China, propuesta con la cual deberíamos lograr unánimemente cerrar filas: consumir lo “Made in Bolivia”. No tendría que haber boliviano alguno que se oponga.

Otros sugieren que los bolivianos debemos ir dejando la economía tradicional y apostar por la denominada economía naranja o economía verde, a costa de la experiencia de otros países que ya lo están practicando con muy buenos resultados.

Lo que sí hay que lograr, sin embargo, es convencernos a nosotros mismos de lo que somos capaces. ¿Acaso no se ha podido contra otras crisis políticas, sociales o económicas? Lo que menos podríamos pensar es continuar en este ambiente tóxico haciendo que prevalezca la ineptitud antes que la capacidad. Así como movilizamos a nuestras bases para bloquear, así debiéramos congregarlas para resucitar y fortalecer nuestra economía.

Como sea, la decisión es nuestra, de cada boliviano desde el lugar donde se desempeña. A menos que queramos sabotearnos a nosotros mismos.

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