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¿Bajará la chino-dependencia de Bolivia debido al Covid?

Entran en juego las importaciones, una nueva política productiva, las deudas, la costumbre de comprar lo chino.

Semejante a cuando nuestros viejos avalaban hace años la compra de un par de zapatos, sermoneando: «Si son Manaco, son buenos», copia de la publicidad de Bayer, hoy una expresión similar, pero negativa, es famosa en Bolivia, y acaso en todo el mundo: «Si es chino, no sirve». Lo paradójico es que, dondequiera que uno vaya el artículo que uno adquiera, en el lugar menos pensado encuentra el sello «Made in China».

Lo chino está en todas partes: calzados, ropa, electrodomésticos, tecnología, artículos de limpieza, químicos, agroquímicos, automóviles, motocicletas, celulares, material escolar, alimentos, adornos, regalos, telas, incluso muebles, en fin. La lista es perenne.

La porfía de lo chino viene de todos lados. Del innegable afán expansionista del Partido Comunista Chino (PCC), de la complicidad de los gobiernos, de la subvención del contrabando, de la manía popular por lo barato, del emporio de la corrupción, del negocio informal, de los préstamos chantajistas. Es otro mix interminable.

Bolivia, por supuesto, no está exenta de esta ponzoña. Pero dada la aparición del mortal e impredecible Covid–19, flotan en el aire muchas preguntas, entre ellas, si Bolivia podría o tendría la capacidad de bajar al mínimo su chino-dependencia. O, como apuntan algunos, si Bolivia realmente quiere dejar de depender del gigante asiático.

«Más allá de la capacidad de depender o no del mercado chino, urge configurar una nueva política comercial; hay que cambiar el modelo comercial para cambiar ese 80% de dependencia. Este quizás sea el momento», responde y lanza el primer reto el presidente de la Federación de Empresarios Privados de Cochabamba (FEPC), Javier Bellot.

 

Dependencia

«Lamentablemente la estructura burocrática del Estado Central y Subregional, poco promotoras de nuestra industria y del producto boliviano, van a ser una constante para que no disminuya nuestra dependencia de las exportaciones chinas. Porque todas las instituciones públicas, en este momento, están importando productos de bioseguridad en volúmenes impresionantes, sin darle la oportunidad al empresario boliviano que está produciendo este mismo material con mejor calidad», protesta Gonzalo Molina Sardán, presidente de la Cámara de Exportadores de Bolivia (Caneb).

De acuerdo con datos de la Cámara Departamental de Industria de Cochabamba (Camind), considerando las importaciones legales vía aduana nacional del año 2019, Bolivia importó más de 2.100 millones de dólares anuales de China. Ello representa el 21% del total de las importaciones del país. Hace 11 años, estas importaciones llegaban apenas a 300 millones de dólares.

«Considero que ahora es el momento para disminuir la importación de industria china, especialmente de los productos que se convierten en competencia directa y desleal de la producción nacional. Sin embargo, se debe tomar en cuenta que existe cierta producción o materia prima que no se genera en nuestro país. En ese sentido, se debe realizar una selección categorizada y minuciosa de los productos que sí pueden importarse y no sean un atentado al mercado interno», advierte por su lado Luz Mary Zelaya, presidenta de la Cámara de la Pequeña Industria y Artesanía de Cochabamba (Cadepia).

Para tener una idea, entre 2007 y 2018, de acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), las importaciones de Bolivia desde China se incrementaron más de seis veces. Por ejemplo, en 2007, las importaciones alcanzaban apenas un valor de 312 millones de dólares, pero en 2018 se dispararon a 2.071 millones de dólares.

Un reporte del Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE) señala que sólo en 2017 Bolivia internó 4.233 productos de origen chino y que, durante la última década (2008-2018), las importaciones de calzados —por ejemplo-—, acumularon 883 millones de dólares por la compra de 185.086 toneladas.  

«Bolivia debería dejar de depender del comercio de la China e impulsar el consumo de lo nuestro, es muy importante para apoyar a la industria nacional. Claro que la realidad es diferente, pues a la hora de hacer negocios no importa con quién se lo hace», describe Silvia Claure Ibarra, presidenta de la Asociación de Mujeres Empresarias y Profesionales.

«Debemos apostar por el consumo de productos provenientes de la industria nacional en la intención de romper esta tendencia de consumo de productos provenientes de China, sin embargo, debemos también ser conscientes que seguramente algunos rubros vinculados al control de la pandemia y que no pueden ser producidos en nuestro país encontrarán un espacio dentro del mercado nacional», coincide Roberto Gunther Hass, Presidente de la Cámara de Exportadores de Cochabamba (Cadexco).

 

Está difícil

La decisión de depender o no de China pasa por varios factores, entre ellos, las exportaciones. Varios de los productos bolivianos han encontrado mercado en el país asiático.

«Es importante resaltar la importancia a nivel de movimiento económico que se tiene con China. Definitivamente este mercado y en condiciones previas a la pandemia ha sido muy importante para el desarrollo industrial y comercial de Bolivia. Tradicionalmente varias de las exportaciones que solían destinarte a mercados europeos o americanos fueron derivados al mercado chino, debido al alto requerimiento de materias primas y minerales que caracterizan la oferta exportable nacional y que son requeridos en este mercado», grafica Gunther Hass.

De acuerdo con datos del INE, el 94% de exportación a China en 2018 fueron minerales (cinc, plata, plomo, cobre, boratos, etc.). Asimismo, la madera acerrada, el pelo de alpaca y llama, y los cátodos de cobre refinado que arrojaron alrededor del 1%.

Siguiendo esa misma fuente, a noviembre de 2019, los minerales continuaron como el producto más exportado a China, con 92%. Este mismo año (2019), la exportación de carne bovina surgió por primera vez con 4,4 millones de dólares (1,2%), y la quinua escaló de 0,4 millones de dólares en 2018 a 5,6 millones de dólares.

Sin embargo, hay otra preocupación y acaso mayor que la anterior, que hace repensar la relación bilateral: la deuda con China.

Es de conocimiento general que hace 20 años, China comenzó a otorgar préstamos globales a diestra y siniestra, canalizando cientos de miles de millones de dólares a distintos países, principalmente a los denominados «en vías de desarrollo» con la intención de ampliar su esfera de influencia y convertirse en una superpotencia política y económica. Los acreditados entregaron en garantía puertos, minas, proyectos y otras joyas del Estado.

Al 31 de diciembre de 2019, según datos del Banco Central de Bolivia (BCB), la deuda bilateral de Bolivia registra 1.490 millones de dólares, siendo China el mayor acreedor con $us 1.045 millones; Francia con $us 297 millones; y Alemania con $us 65 millones.

Desde que arrancó el programa de préstamos en 2013, China ha otorgado unos 350.000 millones de dólares a distintos países, es decir, más dinero del que han dado el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional. De estos préstamos la mitad en la actualidad se consideran deudores de alto riesgo.

La reputación global de China está en juego en razón a que suman países que cuestionan abiertamente su papel en el brote del coronavirus, quizás por eso Beijing ahora dona barbijos y otros equipos para ayudar a mejorar su imagen dañada. Pero ese es un asunto a analizar en otra nota.

Lo concreto es que Bolivia es uno de los deudores de China a largo plazo, por tanto, esta relación perdurará mientras no se salden esos contratos.

«Por otro lado, las importaciones de distintos artículos manufactureros, industriales y tecnológicos ya se consolidaron en los hábitos de consumo en Bolivia, por lo que la importancia de la importación de estos productos es tan importante que inclusive logra desafiar de forma alarmante las condiciones de competitividad de la oferta nacional», redondea Roberto Gunther Hass, de la Cadexco.

Cambiar sí o sí

«Hay que reconfigurar y diversificar nuestra economía, asegurando nuestro mercado interno a fin de sustituir las importaciones. Bolivia tiene mucha ventaja con relación a China y a otros países. Posee recursos naturales, diversidad, riqueza genética en la producción agrícola y pecuaria. ¿Cómo es posible que en los últimos cien años exportemos el 80% de nuestros recursos naturales y no hayamos diversificado nuestro sistema de producción? Debemos diversificar el gas, la manufactura, los hidrocarburos, el turismo, la tecnología, el agro, la minería, lo pecuario, etc…El cambio es esencial», apuesta Javier Bellot.

«A raíz de la crisis que atravesamos a nivel mundial por la presencia de la pandemia Covid–19, la determinación de disminuir las importaciones chinas ayudará a trabajar en el fomento del consumo nacional, priorizando los productos del sector manufacturero de las micro, pequeñas y medianas empresas; de esta manera se verá reflejada la reactivación de nuestro motor económico–productivo», secunda la mujer de Cadepia, Luz Mary Zelaya.

A modo de análisis y de epílogo, Ramón Daza (Camind), lanza una serie de interrogaciones que, a corto o mediano plazo, deben ser respondidas: ¿Bolivia quiere realmente dejar de ser dependiente? ¿Bolivia tiene un plan para cambiar la matriz económica y garantizar una nueva forma de generación de ingresos y excedentes? ¿Queremos competir con otros países del mundo en la curva de oferta internacional, fuera de las exportaciones tradicionales? ¿Bolivia cree en el desarrollo industrial privado como vía de generación de empleo, recursos económicos vía impuestos y está lista para generar políticas y leyes que generen esta transformación económica? «Por supuesto que sí podemos ¿o más bien se trata de si queremos?».

Redacción Libre Empresa

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