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Cuando es fácil conversar con el vino...

Por Javier Beltrán Galdo - Sommelier

Cualquiera diría que es difícil develar los aromas y sabores en una copa de vino, pero si uno lograse prestar la suficiente atención y cerrar los ojos, sería como si el vino nos hablara desde el primer momento que uno trata de descubrir sus aromas primarios, a copa parada, logrando de apoco, recordar dónde había percibido ese dulce toque a fruta fresca como fresa o ciruela o piña o melocotón; tal vez cuando niño, cuando lograbas arrebatarle a la abuela unos cuantos tesoros reservados para el postre de domingo. Qué aromas... qué recuerdos, al girar la copa e impregnarse de más aromas, más sensaciones y, desde luego, más plática que expresa este noble amigo de contornos, de color púrpura y violáceo al reflejo de su cofre de cristal. Sensaciones deliciosas de especias, matices amaderados y memorias golosas, que hacen que nos transportemos nuevamente a nuestro dulce recuerdo de joven inquieto. Al empezar a descubrir el mundo, al igual que el secreto que nos esconde el vino, nuestro ilustre traductor de sensaciones que quiere seguir hablándonos de toda su vivencia, desde que lo recolectaron manos hábiles en la vendimia, lo acurrucaron con un cariño y lo llevaron con cuidado propio de una madre, al recinto donde el maestro elaborador logró matizar su cuerpo, aroma y sabor para darlo a conocer con toda su vivencia y energía, traslada del campo a la botella.

Con el cúmulo de aromas que nos embriagan es fácil dejarse tentar por un sorbo que acaricia el paladar y refresca nuestras papilas, que, en el momento de respirar, impregnan más nuestros sentidos con los aromas de la retronasal, para seguir hablándonos de su potencia en boca, de sus taninos y cómo acaricia nuestro paladar, sin querer irse más lejos que a nuestro recuerdo de sabores que han de ser nuestro vehículo a lugares hermosos que añoramos, tal vez con la persona amada, que nos trae su nombre al reflejo del cristal; el ánimo nos pide un segundo sorbo para que, con nuestro fiel cómplice de barrica de roble, podamos sentir cómo acaricia una vez más el recuerdo y disfrutar de a poco el espacio de tiempo y vida que nos toca seguir.

Creo que se trata de eso, de poder revivir, cerrando los ojos, y dejarse llevar por los sentidos a un mundo único de recuerdos y sensaciones, y conversar con nuestro compañero de viaje, el vino...

 

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