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Uyuni, 25 mil pies

El desierto de sal más grande e imponente del mundo atrae a propios y extraños, deslumbrándolos con su magnificencia natural.

 

Texto y fotos: Monica Briançon Messinger

 

Pocas veces un periodista se queda en silencio. Habitualmente ya tiene la pregunta en la boca dispuesta a lanzarla cual veloz y certera bala. Pero volar sobre el Salar de Uyuni, a 25.000 pies de altura fue un momento muy silencioso para periodistas de los medios de comunicación que se dieron cita a la inauguración de la fase de modernización de la aeroestatal de Boliviana de Aviación (BoA).

Los integrantes de la prensa nacional tomaron asiento en el nuevo avión de BoA, Alas de Libertad, un Boeing 737-800, que sobrevoló sobre la inmensa llanura de sal. Un intenso resplandor blanco, así como pocos reflejos celestes y unas cuantas líneas que atravesaba de parte a parte al salar, rompieron la inmersión visual casi cegadora en este imponente lugar en el mundo.

Para quienes lo visitaron anteriormente vale la pena el retorno, para quienes nunca lo vieron vale la pena el esfuerzo y caminar sobre este mar de sal y litio, y añadir a la visita un paseo por la ciudad de Potosí.

 

Potosí histórico

Eventualmente cuatro días serán suficientes para ir primero a Potosí y luego a Uyuni. Dos jornadas para cada uno de los lugares más llamativos del occidente boliviano.

Arribe a Potosí y busque un buen hotel donde alojarse. Invierta en aquellos que le ofrecen calefacción porque no importa en cuál estación del año se encuentre, siempre hace frío. Algunos hoteles y hostales que se destacan son el Cima Argentum, Colonial Potosí y el Santa Teresa.

Luego de desempacar y acostumbrarse a la altura, piense ir primero a visitar la Casa Nacional de Moneda y dedicarle por lo menos tres horas para recorrerlo. El precio es Bs 20 ($us 2,87) o Bs 40 ($us 5,74) si quiere tomar fotos y grabar video. El horario de visita es de martes a sábado entre las 09.00 y las 12.00.

Tómese su tiempo para observar con calma los patios, sacarse la tradicional foto con el mascarón que adorna la entrada y que hasta el día de hoy no se sabe a ciencia cierta si está o no dedicado al dios Baco; de ahí camine hacia los cuadros del pintor Melchor Pérez de Holguín a quien se le ha destinado una sala entera.

Si no es fanático de la pintura virreinal y los santos y ángeles no gozan de su devoción, apure el paso para conocer los otros tesoros de este lugar.

Es posible que se sobrecoja con el modo de producción de las monedas y llegue a entender que la gran riqueza argentífera se transformó en monedas gracias al trabajo duro y esforzado de miles de esclavos que vivieron y murieron entre estos muros.

Esta es la segunda casa de moneda, la primera es ahora el Municipio y la Corte Superior de Justicia de la que queda una torrecilla solitaria y esquiva a los ojos de los viajeros, sin embargo, de aquí se proveyeron monedas durante casi doscientos años.

Una vez terminada la visita, donde no puede dejar de entrar es a la sala dedicada a los minerales. Vaya hacia el museo de Santa Teresa, una de las joyas latinoamericanas mejor preservadas. La riqueza histórica del lugar es impresionante. Fue fundado en 1685 y desde 1976 funciona como museo; es considerado como uno de los mejores museos de arte sacro en Latinoamérica, reconocido por historiadores y entendidos.

La entrada cuenta Bs 21 ($us 3,01) para extranjeros, Bs 11 ($us 1,58) para nacionales y Bs 6 ($us 0,86) niños. La guía es en español e inglés. Los horarios son lunes y miércoles a sábados: 09.00, 11.00, 12.30, 17.00 y martes y domingos: 09.00 y 11.00

Saber y conocer cómo vivieron las novicias es transportarse a una época que no volverá. Allí ingresaban muchachas con gran dote y recibían una exquisita educación de ese tiempo, es decir, aprendieron a leer, escribir, cocinar y bordar. No era para todas las mujeres, sino para chicas privilegiadas.

Y si de privilegio se trataba, sólo las familias provenientes del reino de España podían vivir dentro de la Villa Imperial de Potosí. El resto, indios y yanaconas, vivían fuera de las murallas. Puede ver el grosor de los muros cuando camine por las calles potosinas. Son sorprendentes.

 

 

 

El tiempo en el Museo dura entre tres a cuatro horas. Recibirá una lección histórica que podría equivaler a casi un semestre en una carrera destinada a historia del arte.

Al día siguiente puede saborear una deliciosa Kalapurka, que en quechua significa «sopa cocida con piedra ardiente» y cuyos principales ingredientes son carne de res en charque, papas sipancachi, harina de maíz willkaparu, ají colorado, cebolla y ajo. Todo sazonado con orégano, sal, comino, pimienta, chachacoma (hierba con sabor parecido al pino), pupusa y alguno que otro condimento más. El favorito de muchos viajeros es el restaurante de Doña Eugenia.

Ya con las pilas recargadas vaya a conocer el mítico Cerro Rico. Si tiene claustrofobia tome antes un mate de coca, así no sentirá el ahogo y encierro que los mineros viven cada día.

Los socavones, horadados en la tierra, se adentran a miles de metros hacia el fondo. Aún es posible explotar los escasos yacimientos de plata y otros minerales. Los mineros dicen que les da para vivir, aunque no para hacerse ricos. Vivirán poco tiempo. El sílice les pasará la cuenta y antes de llegar a los 50 años es posible que la muerte los encuentre.

Por la tarde, camine por la ciudad y adéntrese en los vericuetos de las callejuelas. En El Horno deléitese con un café con galletas o bien en El Tenedor de Plata.

Ya en la noche y si el estómago no ha quedado satisfecho, merece cenar en el Café Pub 4060, ubicado en la Calle Hoyos Nº 1, quizás uno de los restaurantes a mayor altura sobre el nivel del mar en el mundo. Durante el día puede almorzar en la Trufa Negra o en cualquiera de los otros restaurantes que están dispersos en la ciudad, como el Cinco Mujeres.

 

Uyuni

Al día siguiente, levántese temprano para ir hasta Uyuni, que está a 199 km del centro de la ciudad, cuyo viaje por tierra le tomará —más o menos— tres a cuatro horas.

El salar es la herencia de un lago prehistórico que se secó y dejó un paisaje desértico de alrededor de 11,000 km cuadrados de sal blanca brillante, formaciones rocosas e islas con cactus. Su fabulosa extensión se puede observar desde la isla central Incahuasi, inclusive desde el espacio, tal cual reportó el satélite Proba-V de la Agencia Espacial Europea (ESA por sus siglas en inglés).

Puede alojarse en el pueblo de Uyuni o bien a orillas del salar, todo dependerá de su presupuesto. Hay hoteles, hostales y alojamientos en Uyuni, entre ellos Casa de Sal, Jardines de Uyuni y el Samay Huasi.

Si quiere estar muy cerca del salar, los que sobresalen son el Cristal Samaña, Luna Salada y Palacio de Sal. El primero tiene la peculiaridad de haber sido construido siguiendo las directrices del Feng Shui, por lo que no tiene esquinas, sus paredes son redondeadas y gran parte de su mobiliario está hecho de sal, como las bases de las camas, los mostradores y los sillones del ingreso.

Caminar por sus pasillos es sentir cómo cruje la sal bajo los pies, por lo que es muy recomendable estar con botas o zapatos deportivos con buena suela para evitar la erosión de este elemento.

Disfrute por unos momentos del lugar que haya elegido para pernoctar, si está dentro del pueblo deléitese en las tiendas destinadas al turista y admire las artesanías hechas en el lugar.

 

La visita

Si está cerca al salar y quiere entrar de una vez hacia allí, lo mejor será tomar una de las tantas movilidades 4x4 que lo llevarán al interior del mar de sal.

Para esta visita use ropa cómoda y abrigada, al igual que un calzado cómodo, idealmente de trekking, anteojos de sol  y bloqueador solar.

 

 

Es muy recomendable tomar un tour. Tenga en cuenta que apenas hay indicaciones en el camino y el salar es el lugar perfecto para perderse, ya que apenas hay referencias visuales, pues los miles de kilómetros cuadrados de extensión pareciera que no tienen fin. Los riesgos de quedarse atascado en la temporada de lluvias, si desconoces el terreno, también son muy altos. En cualquier caso se reitera la necesidad de recorrer el lugar en un vehículo 4×4.

Una vez inmerso en la aventura y recorridos unos cuantos kilómetros, pida al chofer que se detenga y camine por el salar. Sienta cómo sus pulmones se llenan de un aire que está mezclado con los vapores de litio y comience a sentir paz y armonía. Sólo sentirá el silencio que tal vez se rompa con el graznido de alguna gaviota que puede estar volando bajo.

De ahí baje los ojos y admire el suelo. Verá que está formado por hexágonos que replican, en mayor tamaño, a los diminutos cristales de sal. Según el reporte científico de National Geographic «el fondo (del salar) se compone de 11 costras de sal, de dos a 10 metros de espesor cada una, entre las cuales hay espacios donde se acumula el agua de lluvia, que posteriormente se convierte en salmuera. Así, el calor del sol ocasiona evaporación, que intenta salir hacia la superficie al romper la sal y crear fracturas que se presentan como una serie de hexágonos en el suelo. Esto ocurre por medio de un proceso llamado diaclasa, el cual permite que el vapor escape con mayor facilidad».

Vuelva a subir al vehículo y deje que el guía le cuente las mejores experiencias que ha tenido. Los guías habitualmente tienen anécdotas interesantes para narrar.

Respecto a los mejores momentos para visitar el sitio hay dos posibilidades, entre mayo a noviembre, cuando las lluvias son escasas o inexistentes. En esta época el Salar brinda un aspecto similar un mar blanco, allí se pierde la perspectiva y es el mejor momento para tomar divertidas fotografías jugando con los efectos ópticos que se producen. En esta temporada, en promedio, las temperaturas oscilan entre un máximo de 18 °C y mínima de 1,7 °C.

De diciembre a febrero, inclusive algo de marzo, es época de lluvia y en este momento el salar se ha transformado en un espejo gigantesco. Es recomendable ir a mediados de enero o fines de febrero, ya que se puede ver los reflejos con un riesgo de lluvia más bajo. Las temperaturas máximas son de 16 °C y mínimas de -3 °C.

Al ponerse el sol, la planicie salada parece de nieve y los destellos que probablemente lo hayan fulgurado en algún momento durante el día, se van apagando y la oscuridad va ganado terreno.

Ese es otro momento para hacer buenas fotos, especialmente si ha ido en temporada lluviosa. Los colores del ocaso lo dejarán boquiabierto.

Con la caída de la noche el paisaje se ha transformado por completo y es el turno de escuchar tal vez al grupo Pink Floyd o a alguna otra música de su preferencia, mientras contempla el cielo. Lo verá puro, limpio y tachonado de estrellas. Si durante el día el silencio fue interrumpido por los motores de otros automóviles, por las gaviotas o por las risas de los turistas, en la noche será el silencio su mejor acompañante. Procure pedirle al guía que nuevamente apague su motor, descienda y admire la belleza sideral.

Al día siguiente puede pasear por Colchani, por el cementerio de trenes, dirigir sus pasos hasta un productor de sal que le venderá bolsitas llenas de este elemento. Como dato curioso tiene una tabla de conversión de precios de yenes a bolivianos y de dólares a bolivianos. Explica que sus mejores turistas y quienes más le compran sal son los japoneses.

El tour de un día por el Salar de Uyuni donde se visitan los principales atractivos, cementerio de trenes, Colchani, montones de sal, ojos de agua, Isla del Pescado y, en ocasiones, el volcán Tunupa puede salir por unos Bs 200 ($us 28,7). Vaya y pasee por un lugar único en el planeta.

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