Pasar al contenido principal
Quién gana

Quién gana, quién pierde tras el 20 de octubre

Texto: Monica Briançon Messinger
Fotos: Archivo

Toca reconfigurar la economía. Nuevos escenarios se avizoran para la ciudadanía boliviana. Algunos vencedores, otros perdedores y trágicas muertes. Mucho de aprendizaje durante este tiempo convulso que le ha tocado vivir al país. El levantamiento popular de octubre de 2019 marca otro antes y después en la historia de Bolivia.

Fueron poco más de 20 días los que Bolivia volvió a repetir su historia de cambiar mandatario con base a bronca y protesta callejera, cuya consecuencia inmediata es una inimaginable agitación política y social y una vacilante economía que aflige al motoquero de la esquina cuanto a la empresa más poderosa del territorio nacional.
A modo de graficarlo, un viaje en moto desde el centro de urbe cochabambina hasta el cruce de dos avenidas importantes llegó a costar entre Bs 60 a Bs 15; el trasbordo a pie hasta la parada de los trufis Bs 0, y el viaje hasta destino final Bs 2, arrojando un subtotal entre Bs 62 y Bs 17.
El dueño y chofer de la moto, Nazareth Candia, confesó, mientras dirigía su caballo de acero, que le fue “mejor con la moto” que con el taxi que también posee. En un comienzo no se animó a salir, por el temor a que su vehículo terminase hecho carbón. Poco a poco se fue animando y, a medida que creció la demanda, logró una ganancia diaria de unos Bs 170.
Otros, también del mercado informal, consiguieron robustas ganancias durante la convulsión social desatada después de las elecciones presidenciales del 20 de octubre que prosiguieron hasta noviembre de este año. La bandera nacional de grandes dimensiones que se vendió durante los primeros días de cabildos y concentraciones costaba Bs 40; luego bajó a Bs 20. Aun así, las ganancias seguían sumando.
El raspadillo, las pipocas o las papas fritas tuvieron un costo, cada una, de Bs 2, e inclusive Bs 3. En total, quienes asistieron a las concentraciones, gastaron entre Bs 2 a Bs 100, dependiendo de varios factores.
Estuvieron, asimismo, las grandes pérdidas y las ganancias, especialmente las de corte social, político y cultural, mientras el país debatía sobre su futuro, con nuevos actores, que irrumpieron en el escenario político.

Las empresas
Mientras los jóvenes salieron con pititas y llantitas para recuperar, según indicaron, la democracia, los paros cívicos indefinidos impidieron el normal desarrollo económico del país, pero principalmente de Santa Cruz y Cochabamba.
De acuerdo con el Ministerio de economía y finanzas públicas, los sectores más afectados fueron transporte, comunicaciones, servicios y la administración pública, aunque esta última en menor medida.
El exministro de economía, Luis Arce Catacora, reveló que según estimaciones del Instituto Nacional de Estadística (INE), el país tuvo una pérdida económica de $us 167 millones durante la primera quincena de los paros y conflictos. “Son aproximadamente $us 12 millones diarios”, informó.
A este panorama se añade el no pago del segundo aguinaldo debido a que el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB), sólo llegó a 3,13% debido la caída del 20,11% en hidrocarburos, uno de los principales sustentos de la economía boliviana.
El presidente de la Federación de Empresarios Privados de La Paz (Feplp), Jaime Ascarrunz, indicó que los paros cívicos y bloqueos generaron en esos 15 días un daño económico de $us 1.100 millones al PIB, con un perjuicio económico diario de $us 108 millones. La misma cifra fue manejada por la Cámara Nacional de Comercio (CNC).
De otra parte, Santa Cruz vivió los primeros días de paro con una comisión de abastecimiento para evitar inseguridad alimentaria, coordinada por la Cámara Agropecuaria del Oriente (CAO), medida que dinamizó la venta en los mercados y centros de abasto. En contrapunto el presidente Evo Morales, en una entrevista con radio San Gabriel en El Alto, dijo: “Sólo en Santa Cruz, por día de paro, se pierde $us 3,5 millones”.
La Cámara de Industria, Comercio, Servicios y Turismo de Santa Cruz Bolivia (Cainco), con base en el Índice Global de Actividad Económica (Igae), evaluó un menoscabo económico para la región de $us 504 millones de dólares.
Luego de los 21 días de paro y bloqueos, Bolivia tiene a un nuevo ministro de economía, José Luis Parada, quien aseguró que se mantendrá el tipo de cambio, el precio del combustible, la gama de los impuestos y el pago de bonos y salarios en los plazos establecidos. Habló de la asociación público-privadas para dinamizar la economía.

Pérdidas empresariales
La distribuidora de alimentos, bebidas y utensilios de cocina, Aidisa, perdió cada día Bs 3 millones, tan solo en Cochabamba, y a nivel nacional, diez millones, reveló Johnny Rodríguez, uno de sus ejecutivos de venta.
Los surtidores de gasolina reportaron una disminución del 30% de sus ventas, indicó la presidenta nacional de la Asociación de Surtidores (Asosur), Lili Fiorilo.
En cuanto a la producción de huevo y de carne de pollo, ésta disminuyó en un 40% en Cochabamba. Los avicultores suministran al país 1,2 millones de kilos de pollo parrillero y 13,5 millones de huevos mensualmente.
Los floricultores cochabambinos tuvieron una pérdida de Bs 20 millones porque no pudieron distribuir 40 Tn de flores producidas exclusivamente para la festividad de Todos Santos.
El sector turístico y de hotelería fue afectado en el eje troncal en un 95%. Muchos hoteles y alojamientos prefirieron cerrar sus puertas y dejar de operar, porque no recibieron ningún turista.
Los productores lecheros de Cochabamba anunciaron un daño económico de Bs 12 millones puesto que la leche cruda no se pudo entregar a la empresa PIL. El sector produce 350 mil litros de leche diarios.
Por otro lado, los agricultores del valle de Santa Cruz dieron por perdidas sus ventas, porque no pudieron transportar sus productos a la capital del valle ni al mismo Santa Cruz debido a que cercados en medio de dos bloqueos.

Los jóvenes
Si bien las pérdidas económicas fueron cuantiosas, quienes más destacaron durante los conflictos fueron los jóvenes.
“Yo voy al cabildo aun cuando no vote porque no tengo edad, como boliviana, me duele ver que mi país está cada vez peor por culpa de algunas personas del gobierno que han llevado a Bolivia a ser corrupta. Quiero que mi país sea libre y democrático, no me gustaría irme porque esto siga así. Amo a Bolivia”, relata una muchacha que prefirió mantener su nombre en reserva. Y como ella hubo, en todo el país, jóvenes cabilderos y bloqueadores.
Otro, Nico L., desde Santa Cruz, siente que su voto ha sido anulado y bloquea “porque es una forma de protesta pacífica, sin armas, a lo sumo tenemos escudos, porque nos han pegado. He visto mucha gente caída. Ahora tenemos la tecnología de saber y revisar para saber qué pasó en cada mesa de votación y vimos que hubo un fraude”.
La antropóloga María Esther Mercado y el sociólogo Mauricio Sánchez Patzy coinciden en que el despertar de esta generación es muy llamativo.
Sánchez señala que “son jóvenes que no han vivido más que bajo el régimen de Morales o que no han estado anteriormente en conflictos sociales fuertes”. Y Mercado apunta: “Los jóvenes que irrumpieron las ciudades, con sus pititas, es el despertar de ese aletargamiento al que nosotros, esta sociedad adultocéntrica, los ha sometido, ese desconocimiento y esa menos valoración a sus capacidades”.
Desde La Paz, Mariana P., indica: “He salido a bloquear mi calle, en mi calidad de ciudadano, porque nuestra Bolivia se convirtió en una autocracia, donde todos los poderes del Estado están sometidos a Evo Morales, el cual se protege por resoluciones o dictámenes de instituciones que perdieron su independencia, me refiero al Tribunal Electoral, a la Corte de Justicia y al Parlamento. Yo bloqueo por la recuperación de la democracia plena con independencia de poderes ¡Viva Bolivia libre y Soberana!”.
Estuvieron, además, quienes se movilizaron en moto, yendo de un punto a otro, controlando los puntos de bloqueo. En Cochabamba se llamaron la Resistencia Juvenil Cochala (RJC). Fueron replicados en La Paz y Santa Cruz. Uno de sus integrantes, quien tampoco quiso ser identificado, manifiesta que se unió porque quería colaborar de alguna manera y no quedarse indiferente ante lo que veía pasar.
Por otro lado, un joven titulado de la universidad, Esteban S., cantaba, sentado en una esquina, un blues donde decía: “No tengo miedo, no me voy a callar, este es mi pueblo y mi libertad, voy a gritar, hace poco quemó a su pueblo y no entiende cuando le dice que no. Desfalcó al Fondo Indígena y al Banco Unión, de la cara conocida nunca más nadie habló, esta vez tu fraude no te salvará, te ríes porque dices que no sé protestar”.
Sobre esto Sánchez comenta que “es notable el surgimiento de la creatividad juvenil, el conocimiento y manejo experto de las redes sociales y el Internet, en un balance muy armónico entre los talentos personales y la organización comunitaria”.
Sin embargo, la antropóloga María Esther Mercado pide no perder de vista ni abstraer a los otros jóvenes que son “Generación Evo”, con las mismas características etarias, un solo presidente y demás, pero también que su calidad de vida ha mejorado y supuestamente no han estado en las manifestaciones.
Por otro lado, la filósofa Mireya Sánchez Echevarría apunta que “los jóvenes de las barricadas citadinas reproducen el discurso de sus mayores radicalizando de manera acrítica la adopción de una propuesta conservadora de retorno a los antiguos líderes y su política”.

Los bloqueos
Estudiantes de colegios y universidades no pasaron clases a causa de los bloqueos en las ciudades y carreteras.
Las instituciones públicas y las empresas privadas que durante los primeros días atendieron de forma irregular, tuvieron que cerrar sus puertas. Las primeras porque hubo una toma pacífica de sus instalaciones y las segundas por temor a robos y destrozos.
Quienes instalaron los bloqueos no fueron los movimientos sociales partidarios del oficialismo, sino parte de la llamada clase media.
El sociólogo Sánchez explica la irrupción porque “la clase media apoya de manera espontánea estas medidas, por el cansancio y la indignación que se han acumulado por años y años, al ver la actuación de un Estado corrupto y autoritario. Se trata de una ciudadanía movilizada defendiendo sus derechos humanos, la Constitución y la democracia, contra una descarada deriva hacia la dictadura por parte del gobierno del MAS”.
La antropóloga Mercado reflexiona sobre el tema y acota que “los bloqueos han sido intensos en el norte de la ciudad, poco en el centro y casi nada en el sur de la ciudad y eso, supuestamente, responde al resultado de la votación. No olvidemos que el MAS tiene tres senadores, reflejo de la preferencia electoral en gran parte de la ciudad. Los barrios del sur de la ciudad son infinitamente grandes y no los conocemos”.
Algo similar sucedió en la sede de gobierno, donde, al contrario que en Cochabamba, las zonas con mayor cantidad de bloqueos se dieron en la zona sur, mientras en el norte y en El Alto los bloqueos fueron escasos en un principio. Luego resultaron los más radicales.
La filósofa Sánchez interpreta que varias razones dieron paso a los bloqueos en cuyo criterio se han ido incubando desde el 21 de febrero de 2016 (21F). Apunta especialmente “al desgaste de catorce años de gobierno, al impresionante vacío ético del proyecto, la corrupción que campea y que no logra ser interpelada en las instancias correspondientes, la cooptación de los poderes del Estado, la falta de transparencia de la justicia, el derroche escandaloso, la falencia en respuesta a temas sensibles en salud, pero especialmente la instrumentalización y el monopolio de la política al servicio de una angurria de poder irracional”.

Sectores populares
No todas las ciudades pararon en Bolivia ni todos los barrios fueron bloqueados. Desde Santa Cruz se informaba que las actividades continuaban fuera del casco viejo, en las radiales y anillos más alejados.
Estos sectores, llamados populares, presentan una nueva configuración, porque de acuerdo con Sánchez Echevarría “hay muchos sectores populares que ahora conforman lo que se llama tradicionalmente la clase media, según parámetros de la sociología tradicional, es decir ingresos, educación, acceso a bienes culturales y servicios, pero que difícilmente sirven para categorizar a la abigarrada clase media boliviana. Por esa razón, hay una importantísima clase media en los barrios periurbanos, en los municipios que conforman la metropolización de las ciudades e incluso en las áreas rurales”.
En ese sentido, la nueva clase media decidió continuar con sus actividades comerciales informales, como decía Mercado, vendiendo en la calle, laburando en talleres de todo tipo, confeccionando ropa, haciendo mecánica, elaborando comida, atendiendo pequeños restaurantes y un sinfín de actividades que sostienen ellos mismos”.
Sobre esta última parte Sánchez Patzy apunta que es “falsa la idea de la bonanza económica del país, dada la actividad informal que se desarrolla cada día”.
En cuanto a la protesta, este último manifiesta: “No son solamente las clases medias que están en la protesta, existen sectores importantes de otras clases sociales, especialmente más bajas, que también están descontentos con Evo Morales, pero que no tienen la misma capacidad de movilización porque están amenazados si lo hacen o porque viven al día”.
Profundizando aún más en la irrupción de los distintos movimientos, la filósofa Sánchez indica que “aparece una distinción entre la defensa del voto útil y la polarización entre ciudad/campo, indígena/citadino, cambas/collas, reactivado por un racismo decimonónico que se traduce en los estribillos y las acciones violentas que aparecen en los cabildos, las marchas y los bloqueos”.

Actores recientes
Con el transcurso de los días aparecieron en el escenario político social dos nuevos actores. Uno desde fuera, el presentador de noticias del canal CNN Internacional, Fernando del Rincón, y el presidente del Comité Cívico de Santa Cruz, Fernando Camacho.
Sobre el tema los expertos sociales se pronuncian, y es Mireya Sánchez quien ahonda en una explicación que tiene que ver primero con que “el gobierno se enfrenta con sorpresa a las manifestaciones de esta clase media tradicional que lo abandonó y que abandonó a los movimientos sociales, o mejor, fueron excluidas por ellos”
Remarca que no se puede olvidar que, durante décadas, correspondió a esta clase media ser “faro, luz, guía y formador” de estos movimientos, incluso se impuso un modus vivendi a través de las Organizaciones No Gubernamentales (ONG). Sin embargo, acota, el voto en contra del gobierno de esta clase media ha sido la objetivización de su desencanto y crítica. Existe también, bajo este voto la promesa de recuperar “su democracia” y su “sistema de gobierno” allende a una representatividad más acorde a ella, es decir, una democracia liberal, donde se sienten más a gusto y, por supuesto, más incluida.
“En ese sentido, para esta clase media, la identificación con el caudillo ilustrado es más potente que con el caudillo indígena. En este punto, entonces es más fácil su manipulación por los partidos tradicionales y sus líderes, por los cívicos y las logias cruceñas, y su instrumentalización para el retorno de un gobierno que los tome en cuenta; es la apuesta de un sistema democrático del pasado. De ahí la fuerza tras tantos días de paro no violento”, dilucida.
Continuando con estas disquisiciones, Mercado es de la idea que “con la irrupción de Carlos Mesa, estos actores sociales se han identificado por tener el mismo proyecto político; ser un sujeto de clase media, supuesto intelectual, que habla muy bien y otros aspectos más dolorosos que ha tocado a todos los bolivianos, como el desencanto por la cantada corrupción en el gobierno. Y un elemento muy importante que ha sido el hándicap, lamentablemente: la tragedia de la Chiquitanía, aspecto que ha unido a toda la población, pero en el fondo con diferentes intereses. Unos por el tema medio ambiental y otros porque en esos lugares hay comunidades y pueblos indígenas que han sido olvidados”.
Para complementar el análisis, se suman las ideas de Sánchez Patzy, quien manifiesta que “debido a la influencia de la visión marxista del mundo, siempre hemos supuesto que el Estado es representante de las clases dominantes. Pero eso no es así necesariamente, en este caso, resulta que las clases populares pueden ser dominantes al tener el control de los aparatos del Estado”.
Ahonda un poco más señalando que “esta inversión pone en evidencia el problema de un Estado que se ha convertido en instrumento de ciertos sectores sociales, que no tiene interés en representar a todos los ciudadanos en igualdad de condiciones. Así que las movilizaciones ciudadanas son completamente legítimas, porque se trata de personas que están justamente en posición desfavorecida”.
Finaliza reflexionando con que “no es un problema solamente de recursos económicos, y esta es otra limitación de las teorías marxistas. Las personas también pueden exigir cosas que no son sólo económicas, como el respeto a los derechos humanos, respeto a la Constitución o el Estado de derecho, por tanto, pueden manifestarse en contra del fraude electoral con total derecho. No hay una inversión, lo que hay es un gobierno cada vez más totalitario, que no escucha realmente a los ciudadanos o sólo favorece a una parte”.

¿El cierre?
Al cierre de esta edición, renunció Evo Morales a la presidencia y Bolivia tiene una presidenta interina, Jeanine Añez. Fuera del ámbito político, las pérdidas económicas son enormes, las pérdidas humanas son las peores.
El Instituto de Investigaciones Forenses (IDIF) informó que diez personas perdieron la vida; ocho por proyectil de arma de fuego.
Quienes salieron a las calles a bloquear y se concentraron en los cabildos, se sintieron ganadores. Remarcaron que fue para recuperar la democracia perdida, no para apoyar a cualquiera de los candidatos que participaron en las elecciones del 20 de octubre de 2019.

En Portada