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El virus COVID-19 le dice al país que es hora de diversificar sus exportaciones

Las exportaciones del país han llegado a un punto de inflexión que se ha  apresurado debido a la pandemia. Las exportaciones tradicionales, a pesar del descenso de su precio, aún sostienen al aparato económico, y, al tiempo, las exportaciones no tradicionales están luchando por su sobrevivencia.

 

 

Por: Jonnathan Lucero Vargas

Fotos: Archivo

La economía en el país no está pasando por su mejor momento. A causa de la pandemia se cerraron carreteras, el espacio aéreo internacional y algunas vías pluviales con el fin de contener los contagios. Con ello, las fábricas de textiles, cuero, procesamiento de semillas, el turismo y otras actividades denominadas no tradicionales dejaron de producir o se dedicaron al abastecimiento del mercado interno con pocas probabilidades de salir al mercado internacional, puesto que, al igual que Bolivia, el resto del mundo se encuentra confinado.

A pesar de esta situación, ocurre un fenómeno que es motivo de análisis. Las exportaciones netas del país, a junio del presente año, se calculan en Bs 3.145 millones, que si bien es una cifra menor en relación a junio de 2019, cuando el valor era de Bs 4.224 millones, sigue produciendo divisas monetarias, lo cual se puede considerar un éxito en tiempos de crisis.

Esta inusual situación esconde factores que son explicables desde el punto de vista macro económico, y porque Bolivia sigue exportando materias primas, esencialmente el gas, pero desde el punto de vista de los pequeños y medianos productores, esta situación no es buena.

Así que cabe preguntarse ¿por qué el país sigue exportando materia prima si se deberá apuntar a la reactivación de la diversificación económica?

Junto a esa pregunta, surge la voz de expertos que apuntan a la composición de las exportaciones en lo que va del año. Es cierto que se mantuvo la actividad comercial con otros países, mas no se buscaron otros mercados con los cuales se firmen acuerdos y se logre la exportación de productos no tradicionales, situación que hasta octubre de 2019 tenían cierta presencia en la composición de las ventas en el mercado internacional. Entonces, ¿los niveles sostenibles de exportaciones son sostenidos por dos o tres productos y esta situación es un desincentivo para la producción nacional no tradicional?

 

EXPORTACIONES BOLIVIANAS DURANTE LA PANDEMIA

Según el último reporte del Instituto Nacional de Estadísticas (INE), las exportaciones, de enero a junio de 2020, cayeron un 25% respecto del mismo periodo en 2019, lo que también afectó al volumen de productos exportados en 6%. Esta situación sigue una tendencia, es decir, se mantiene constante hasta el último registro o computo que fue junio de este año, lo cual significa que el comportamiento de las exportaciones en el país es, en algún caso, alentador y darían, como resultado, un eventual sostén por lo menos hasta finales de año.

Esto se corrobora con el Boletín Nº 896 del Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE), que muestra una tendencia al mantenimiento de cifras y de flujo comercial pese  las restricciones por el coronavirus. Sin embargo las exportaciones del sector tradicional, compuestas por Gas Natural en estado gaseoso, zinc, plata y estaño en bruto, además del Gas Licuado de Petróleo, sufrieron modificaciones en valor y en volumen de exportación.

Mónica Solares Gonzales, jefe de la Unidad de Gestión Técnica del IBCE,  indica que las exportaciones de estos productos, cayeron un 29% en valor y un 4% en volumen con relación al año pasado. Por ejemplo, el gas natural en estado gaseoso tenía un valor acumulado en 2019 de $us 1.251 millones, y en 2020 se redujo a $us 1.056 millones. Lo mismo pasa con el estaño en estado bruto, puesto que su valor descendió de $us 154 millones de dólares en 2019 a 84 millones en 2020.

Esta situación, a ojos de la población, significa que la economía boliviana va de mal en peor, puesto que ya existía una percepción de encarecimiento económico producto de los conflictos sociales de octubre y noviembre de 2019.

En contraposición a ese sentimiento, la economista y docente universitaria María Elena Dueri establece una mirada objetiva, tomando en cuenta que el sector tradicional en el país debe continuar a pesar de las estrictas medidas de bioseguridad impuestas por el Estado.

“Entre el 83% y el 90% de las exportaciones en el país corresponden a productos tradicionales, como el gas natural y otros. Sin embargo, como estos productos están sujetos a contratos a largo plazo, no pueden parar en Bolivia. Entonces, si se ha mantenido las exportaciones de gas a pesar de los cierres por la pandemia es por la apertura por vía terrestre”, manifiesta la economista.

En ese orden, argumentó que la cifra actual respecto a las exportaciones bolivianas, que, cabe anotar, redujeron el déficit fiscal de $us 238 millones en 2019 a 38 millones para 2020, no es digna de aplausos, porque dentro de la ecuación existen otros factores que, a todas luces, alterarían los datos a favor de las exportaciones de modo artificial.

“Lo que pasa en 2020, con la balanza comercial, es que ya empieza a manifestar otra característica, incluso leyendo algunos reportes de economía establecían que el saldo comercial era positivo, llegando a ser entre enero y mazo algo más de 78 millones. Esto nos llevaría a pensar que las exportaciones han mejorado, pero qué es lo que está detrás de esto, lo que está detrás es que las importaciones han disminuido y eso es lo que ha hecho que nuestro saldo comercial se vea beneficiado, no las exportaciones. Las exportaciones han mejorado un poquito pero no ha existido una expansión de las exportaciones, sino una caída drástica de las importaciones, porque importamos muchos bienes”, sostiene Dueri.

 

OTROS DATOS

Si bien las exportaciones de productos no tradicionales han disminuido un 13% este año, con respecto a 2019, la jefe de la Unidad de Gestión Técnica del IBCE, exterioriza la existencia de un repunte del valor en exportaciones de ciertos productos que encabezan esta lista. “Por ejemplo, las diversas variedades de quinua tenían un valor en 2019 de 43 millones, lo que en 2020 aumentaron a 45 millones; el alcohol etílico sin desnaturalizar subió de 21 millones en 2019 a 28 millones en 2020, el aceite de soya y sus fracciones subieron de 17 millones en 2019 a 25 millones en 2020; la carne bovina sin deshuesar subió de 1 millón en 2019 a 18 millones en 2020, y el aceite de girasol subió de 8 millones en 2019 a 22 millones en 2020. Estos son productos que se han destacado por aumentar su participación en las exportaciones entre enero y junio de este año”.

Esta elevación en tamaño y valor de algunos productos, como menciona Solares, tiene una explicación que antecede al momento actual.

En palabras de Dueri, esto se debe a la implementación de políticas de incentivo a la reducción no tradicional hace dos años. “Entre 2018 y 2019, Bolivia ya estaba entrando un poquito a lo que es el impulso del sector no tradicional. En esas épocas, ya se había exportado 728 toneladas de quinua real y se había llegado a establecer un contrato con China por dos millones de dólares y esto beneficia a 65 mil pequeños productores”.

Por lo tanto, si bien el gobierno de transición ha establecido a lo largo de los meses de cuarentena y emergencia sanitaria una serie de medidas para aliviar e incentivar el sector de los pequeños y medianos productores, no ha generado un impacto directo y duradero en el crecimiento de las exportaciones de este sector de la economía.

 

SI SE QUIERE SOBREVIVIR, HAY QUE DIVERSIFICAR

Bolivia depende de los productos tradicionales, como el gas natural y los minerales, para sostener la economía del país y sostener las políticas monetarias. Esto quiere decir que el 90% de los ingresos del país se movilizan siempre y cuando los recursos mencionados anteriormente sean garantizados a sus principales compradores. Contrariamente a esta política de extractivismo, el resto de los productos no tradicionales, como cuero, textiles, manufacturas y demás, sufren el olvido del Estado, lo que provoca el cierre de muchas unidades productivas o el uso de recursos personales para entrar a la economía de subsistencia, la cual lamentablemente no fluctúa positivamente en el PIB, puesto que opera dentro de la economía informal.

Así lo manifestó Víctor Rocha, presidente de la Asociación de Productos de Cuero y Calzado Cochabamba (Aprocac) en relación al desincentivo estatal a la producción nacional, tanto para abastecer al consumo interno como para la exportación. “Existe una competencia desleal con nuestros productos, porque la gente prefiere comprar lo que se importa de China y eso hace que nuestro producto, nuestros calzados no se vendan al precio justo. Además, debemos importar todos los materiales para la producción de un calzado. Por ejemplo, la clefa, el PVC, el cuero de las curtiembres, todo eso se importa, cuando deberíamos producir nosotros mismos. Tenemos cueros de gran calidad, pero se prefiere trabajar con el cuero de otros países porque es más resistente cuando los acomodas en los mercados informales como la Cancha”.

En relación a la informalidad, Rocha afirma que la única forma de combatirla es con incentivos fiscales hacia los pequeños productores y artesanos, motivando a que ellos se tecnifiquen, realizando productos de mayor calidad y para exportación. “El 98% de nuestros compañeros está en lo informal. Contratan a un chico o chica para que aprenda el oficio y con eso le alcanza para funcionar, pero no paga impuestos. Si las autoridades conversaran con nosotros y nos dirían que nos van a apoyar de verdad con maquinaria y capacitación, pero que a cambio debemos entrar a la economía formal, usted cree que no lo haríamos, porque eso es un incentivo a mejorar nuestros productos”.

En esa línea, María Elena Dueri argumenta que Bolivia necesita buscar nuevos mercados a nivel internacional para diversificar la economía y con ello no tener problemas de liquidez a corto y largo plazo. “Qué pasa con Bolivia, que su sector no tradicional está en manos de pequeños productores, entonces deberíamos mejorar la competitividad el país a todo nivel. El Estado debiera tener un papel impulsor de las pequeñas y medianas empresas en las cuales se encuentra la producción no tradicional del país. Ayudar a despegar un poco al sector manufacturero y al agroindustrial. Otra cosa importante es la creación de subproductos de los productos no tradicionales, es decir, subproductos de soya, subproductos de joyas para generar exportaciones y así se pueda conocer el mercado”.

Finalmente, Dueri apunta que los incentivos a la economía de los pequeños productores se deben dar en función de un mercado más libre y con mejores ventajas competitivas de lo que actualmente se tiene y con el cual se trabaja a nivel internacional.

Con esto, queda esperar que las políticas nacionales en materia de Desarrollo Productivo se destinen, por un lado, al incentivo de la producción nacional, al mejoramiento de sus procesos de capacitación y a la sensibilización del público respecto del producto boliviano de calidad, con el fin de movilizar capital interno. Del mismo modo, que estos productos estén tan bien tecnificados que sean productos exportables, con mercados internacionales y tecnológicos que cooperen con la dinamización económica del país, permitiendo así no sólo una elevación significativa del valor de las exportaciones, sino un cambio significativo en la matriz productiva a nivel nacional.

 

María Elena Dueri, economista: “Varios estudios y modelos matemáticos han demostrado una correlación positiva, y no sólo positiva sino significativa, entre un mercado más libre y el crecimiento económico. Entonces, debemos ampliar los mercados e incentivar la tecnología, lo que nos llevara a un mayor crecimiento económico Hay que incentivar el mercado interno, pero al mismo tiempo debemos buscar nuevas inversiones y mercados, es algo difícil de lograr, pero no imposible”.

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