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El vino es lo que nos cuente de él

Por Javier Beltrán Galdo - Sommelier

Oportuno es dedicarle una reflexión, partiendo de lo elitista y terminando en la poca información disponible, a un tema que se está tergiversando: el que sólo algunos pueden beber vino y disfrutarlo, suponiendo un cierto estatus alcanzado para degustar los de cierta gama o jerarquía.

En este punto mi labor como amante y profesional del vino es la de replicar las enseñanzas que me brindaron mis maestros y guías a los que les debo no sólo una mención en este texto, sino el agradecimiento por haberme brindado, sin reparo alguno, la llave de una pasión que abre las puertas a un mundo asequible para todos: el del vino.

Para seguir, haré una analogía que me gusta y la uso bastante al equiparar el vino con una persona. El vino es como una persona que estamos por conocer, un ser vivo. Cuando abrimos una botella, ésta comparte las mismas vivencias que un ser humano al momento de entablar un diálogo y conocer su personalidad; mientras más nos tenga que decir esta persona de su recorrido y experiencia en la vida, será más ameno e interesante continuar con la plática. Del mismo modo, cuando miramos la copa de vino, podemos notar cierta gama de colores y tonalidades que nos dan una pauta clara de qué tipo de vino es, el matiz y el brillo nos animan a seguir interactuando con este nuevo amigo.

Un interlocutor humano se presenta de cierto modo que hace más fácil el intercambio de experiencias y grata su compañía; del mismo modo, nuestro interlocutor en la copa lucirá aromas que irán desprendiéndose hacia nuestros sentidos y perfilando su carácter fructuoso, especiado, herbal, amable y envolvente, inquietando más nuestros recuerdos para lograr identificar el diálogo que propone.

En este punto de la conversación, nuestro acompañante se muestra más interesante al dar a conocer su personalidad fusionada por la tonalidad de su vestimenta, el temple del buqué que expresa su cepa de origen y el paso por boca que resume todo en el sabor elegante, franco, amable, recuerdo palpable y duradero. Fruto del diálogo entablado con un ser en esencia, con un lenguaje propio nos transportará por un mundo de recuerdos plasmados en nuestra siquis de colores, aromas y sabores.

Es así que, con cierto criterio, se puede entablar amistad con una persona interesante y amable y, del mismo modo, se puede beber una copa de vino y dejar que ésta nos brinde su carisma, logrando, por nosotros mismos, definir lo cautivador que es el diálogo entablado, olvidándonos de títulos, nombres y precios que, si bien son sugerentes a su contenido, será nuestra propia percepción la que marque la pauta de cuán seductora e importante es la personalidad de este nuevo amigo que nos ha tocado conocer al hacer un giro de copa y preguntarnos ¿qué más nos puede contar a cada sorbo que demos?

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