Pasar al contenido principal
INDUSTRIA

La economía boliviana y los desafíos para la empresa privada

Entre otros datos preocupantes, los costos laborales se han incrementado en al menos un 15% en 2018, impulsados por los incrementos al salario mínimo, salarios básico y el doble aguinaldo. 

En el panorama general, es claro que los precios de las materias primas no han mejorado al ritmo esperado: Los precios de los minerales, después de mostrar fuertes caídas entre el 2015 y 2016 se han mantenido estables entre el 2017 y 2018, con variaciones de no más del 1,5% en promedio, salvo en el caso de la plata, que ha mostrado una caída de suprecio en el 2018 de casi 7%.

Así menciona el reciente informe de la Cámara Nacional de Industrias, con centro en La Paz, al hablar sobre el desempeño macroeconómico del 2018 y advertir sobre la necesidad de preservar los equilibrios.

En el caso del petróleo, evalúa la entidad, los precios llegaron hasta $us 80 por barril hasta cerca de la mitad del año, pero luego se ha observado una tendencia a la baja que parece va a mantenerse durante el resto del año e incluso en el 2019, ya que Estados Unidos y Arabia Saudita están revirtiendo los intentos de Rusia y la OPEP, que buscaban mantener el precio del petróleo por encima de los $us 55.

Las RIN empezaron el año por encima de los $us 10.200 millones y para finales de noviembre de 2018 se encontraban en $us 8.502 millones, un nivel similar a mediados del 2010 y que significa un nuevo año (junto con 2015 y 2016) en el que el país desacumula reservas. El nivel más alto se alcanzó el 2014, con $us 15.123 millones.

Al tercer trimestre, las exportaciones habían superado los $us 6.800 millones, sin embargo las importaciones estaban cerca de los 7.100 millones, lo que significa un déficit comercial por cuarto año consecutivo. Las expectativas hacia fin del año pasado eran a que esta tendencia se mantenga y se termine con un nuevo déficit comercial, probablemente en torno a los $us 1.500 millones.

El déficit programado es del 8,3% del PIB (Bs 20.550 millones), y aunque los ingresos por exportaciones de gas en el tercer trimestre del año serán mayores a los esperados, es claro que se llegará a esta cifra por el mayor gasto fiscal que supone el doble aguinaldo ($us 2.100 millones), además del incremento de otros gastos corrientes, sobre todo del nivel central del gobierno. El 2018 será el quinto año consecutivo de déficit fiscal, con una cifra similar a la más alta registrada desde 2002, cuando no había IDH y se tuvo un 8,8% de déficit fiscal.

 

Otros indicadores

La inversión pública no logra impulsar el crecimiento y cada vez se requiere más recursos públicos para lograr menores tasas de crecimiento. La inversión pública programada para el 2018 superaba los $us 6.200 millones; sin embargo, el último dato disponible muestra que sólo el 36% de la esa cifra ha sido ejecutada. El 75% de la inversión pública es manejada por el gobierno central, mientras que los municipios y gobernaciones manejan menos del 20% de presupuesto de inversión.

Aunque la mora en el sistema financiero no supera el 2% de la cartera, a finales del tercer trimestre estaba por encima de Bs 3.400 millones, más del doble de lo registrado en el 2014. Los créditos y depósitos han crecido a un ritmo anual de 8,4 y 5,6%, respectivamente, lo que significa un ritmo menor al observado en los últimos 4 años, en los que crecían a un ritmo muy superior al 10% en ambos casos.

El endeudamiento externo ha alcanzado los 9.896 millones de dólares, lo que junto con la deuda interna, implica una deuda total superior a los 14.000 millones de dólares. Aunque esta cifra sigue estando por debajo del 50% del PIB nominal, preocupa la velocidad con la que esta está creciendo.

 

Las economías regionales

No existe información referida al crecimiento y desempeño de los departamentos durante el 2018, lo que muestra una de las primeras debilidades de la política económica: se realiza de forma centralizada y sin la información necesaria para lograr un proceso de desarrollo sostenible y homogéneo entre los departamentos.

Aun en momentos en los que el ciclo económico se encontraba en auge, se puede ver como la mayoría de los departamentos registraban tasas de crecimiento por debajo de las cifras a nivel nacional. En el caso de los departamentos ricos en materias primas, la situación se ha tornado aun más complicada con la caída de los precios de las mismas. Chuquisaca, Potosí y Tarija han mostrado tasas de crecimiento menores al 2,5% y, en el último caso, negativas por tercer año consecutivo. 

En general, el crecimiento heterogéneo de las regiones se explica por una fuerte concentración de la actividad en pocos sectores y relacionados sobre todo al sector no transable de la economía. En la medida que estos sectores no reciben el flujo de recursos provenientes de las exportaciones de materias primas, los mismos empiezan a mostrar un deterioro en sus ritmos de actividad.

Tarija es el departamento donde este comportamiento se observa de forma más evidente. En los últimos años los sectores de la industria manufacturera, la construcción y el comercio muestran indicadores de crecimiento negativo por tres años consecutivos, en el orden del 3% anual y la tendencia, dados los actuales precios y volúmenes de venta del gas, es que esta situación se repita en el 2018.

Chuquisaca y Potosí han mostrado un comportamiento similar, con un crecimiento sectorial promedio de sólo el 3% (en el caso de las manufacturas el crecimiento ha sido prácticamente nulo) e impulsado solamente por las recuperaciones en los sectores de la agricultura (algo llamativo para estos departamentos dada la predominancia de la producción familiar, de baja escala y rendimientos).

La Paz y Santa Cruz presentan dos casos en los cuales la actividad privada es el motor del crecimiento, aunque esta actividad está limitada por una sobre regulación estatal y la afluencia del contrabando. Los mercados de estas regiones dan un plus para la sostenibilidad de la actividad económica privada por sobre lo observado en otras regiones. Sin embargo, esta característica es todavía incipiente. 

En resumen, el crecimiento en Bolivia es sumamente heterogéneo entre las regiones. Los departamentos que más crecen son La Paz y Santa Cruz, situación que se mantiene en el 2018.

 

Economía primaria exportadora

Al igual que con los departamentos, la falta de información actualizada llama mucho la atención. Por ejemplo, la desaparición del Índice Global de Actividad Económica (IGAE) de las publicaciones periódicas del INE ha limitado mucho en la posibilidad de análisis y, más aun, en la posibilidad de hacer contraste y propuestas a las políticas estatales.

En términos de crecimiento (observado sólo al primer semestre del 2018) ha sido claro que las cifras siguen presentando comportamientos poco usuales. Así, mientras que la agricultura ha crecido a un 7,5% (cifra similar a la observada en el 2017), este crecimiento es considerablemente superior a los datos que se han observado en el 2014, 15 y 16, cuando en promedio crecía al 3,5%. Esta situación se da aún cuando hay serias quejas de los productores del sector, que han enfrentado sequías, un contexto de precios que no ha mostrado incrementos sustanciales y una expansión de la frontera agrícola casi nula.

La minería ha mostrado también una recuperación sustancial, pasando de una cifra de crecimiento negativa en el primer semestre del 2017 (-2,1%) a una cifra positiva del 2,3%. Es claro que las exportaciones en volumen no han sido considerablemente mayores a las observadas en los años pasados, por lo que esta mejora en las condiciones para este sector está explicada por una mejora de los precios respecto a 2016. Tomando en cuenta que los precios en el 2018 se han mantenido más o menos similares a los observados en el 2017 (salvo en el caso de la plata, donde hemos visto una caída de casi el 7), es muy probable que el ritmo de crecimiento para este sector durante este año sea similar al observado en el año anterior. Sin embargo, preocupa la falta de inversiones nuevas en el sector, sobre todo en cuanto a la exploración, ya que como se conoce, los grandes proyectos mineros que hoy operan en Bolivia ya han entrado en su fase de cierre.

En el caso del gas, las buenas expectativas que se tenían a principios de año, con la escalada de precios del petróleo, llegando incluso a los 80 dólares por barril, se han diluido conforme las estrategias de los grandes productores y consumidores de energía en el mundo han empezado a alinearse. Estados Unidos ha logrado controlar con éxito la estrategia de la OPEP, lo que sugiere que muy probablemente el barril del petróleo (y por lo tanto el precio del gas que exportamos) se mantenga en torno a los 50 dólares hacia finales de año e incluso durante todo el 2019. A esto hay que agregarle el acelerado proceso de sustitución por energías limpias que se observa en las economías grandes y en crecimiento, que hacen que la demanda por hidrocarburos caiga fuertemente. En el ámbito regional, Argentina y Brasil están mostrando una cada vez mayor autosuficiencia energética, por lo que tanto los futuros contratos para exportar gas, como las perspectivas de exportación de electricidad, parecen complicarse hacia el futuro.

 

Crecimiento constructor

La construcción sigue creciendo jalada por la inversión pública, mientras que en el ámbito de la vivienda la situación se ha complicado, sobre todo por excesos de oferta en los departamentos del eje central e incluso en algunas economías que habían crecido a ritmos muy elevados, como Potosí y Tarija, en las cuales ahora se observan varios proyectos sin poder ser comercializados.

En la medida que las metas de crédito de vivienda social se vayan cumpliendo, y los bancos no tengan más obligaciones para seguir prestando a tasas fijas a 20 o 30 años, es muy posible que también se empiecen a observar limitaciones en la demanda por este segmento de viviendas. Hasta mediados del 2018, la construcción había crecido a un ritmo del 5,7%, cifra que aunque significa una mejora respecto al 2017, está muy por debajo del promedio del 9% al que crecía hasta antes del 2017.

Lo mismo sucede con el transporte, que ha crecido hasta el primer semestre a sólo un 3,8%, mientras que hasta antes del 2017 lo hacía a un promedio del 5%. Esto está directamente relacionado a la reducción de la actividad comercial, principalmente de exportaciones no tradicionales, que se constituían en uno de los principales motores para el crecimiento de este sector. 

Esto configura un panorama complejo para los diferentes sectores de la economía, en particular los que se desenvuelven en el ámbito formal, ya que el crecimiento ha sido dispar e insuficiente como para sostener la creciente carga de los costos laborales y administrativos que enfrentan. El principal reflejo de esto es el número de cancelaciones de matrículas de las empresas formales en Bolivia, que entre el 2013 y 2014 se encontraban en el orden de las 2.200 anuales en promedio, sin embargo, ya a partir de 2015 este número superó las 5 mil y entre el 2016 y 2017 las cifras superaron las 7 mil cancelaciones. En el 2018, sólo a julio, ya se habían cancelado más de 4.700 matrículas, lo que sugiere que en 2018 más de 8 mil empresas formales podían haber cerrado.

 

Los desafíos para 2019

Ante el panorama descrito, según la Cámara de Industria, es claro que existen desafíos serios para Bolivia y para los empresarios en particular. La entidad considera que el sector privado debe ser un catalizador de las soluciones para lograr el desarrollo sostenible. Por esto, ha identificado los cuatro desafíos más importantes que deben ser las prioridades en cualquier agenda de trabajo que se plantee para el país. Estos desafíos deben ser los problemas que con prioridad debemos atacar en el 2019:

1. Recuperar un espacio de construcción y coordinación público-privado efectivo y eficiente, que en los últimos años no ha podido ser concretado y que en la medida que las tasas cada vez menores en el crecimiento muestran como los esfuerzos de una sola de las partes no alcanzan para lograr un proceso de desarrollo sostenible, se hace más urgente.

La tendencia actual, a lo largo del mundo, va hacia la construcción de estos espacios, en los que las políticas públicas se diseñan tomando en cuenta todas las perspectivas. Los resultados son evidentes, ya que países que hace 20 ó 30 años se encontraban altamente rezagados (Perú, sin ir más lejos), hoy en día, con mecanismos de coordinación, están mostrando tasas de crecimiento sostenidas, incrementos en la diversidad y valor agregado de sus exportaciones y una exitosa política social.

¿Cómo lograr esto? Existen muchas maneras, pero en el caso de Bolivia ya está planteada la creación del Consejo Económico y Social, con participación tripartita (gobierno, trabajadores y empresarios). Esta iniciativa fue planteada por los empresarios y nunca se ha puesto en práctica por el gobierno central. Ante la heterogeneidad de la situación económica en Bolivia, esta iniciativa puede y debe ser implementada también en cada uno de los departamentos.

2.- Discutir el tipo de empleo que queremos los bolivianos, ya que en los últimos años, después de un auge sin precedentes, la informalidad sigue siendo uno de los problemas persistentes. Se ha optado por mirar la política laboral sólo desde la óptica salarial, sin evaluar los efectos nocivos que esta expansión ha tenido sobre la creación de empleo digno, sostenible y acorde a las necesidades de las nuevas generaciones.

Es más, se siguen pensando formas de empleo bajo directrices de políticas laborales creadas 70 años atrás. Es claro que para las nuevas generaciones los conceptos como el de la estabilidad laboral, la flexibilidad laboral, y el propio empleo han cambiado, por lo que se debe recomprender que se busca. Somos un país joven con un bono demográfico que se puede constituir en una ventaja si se comprenden los retos a los que se enfrenta nuestra sociedad en la cuarta revolución industrial.

Para lograr esto, se debe repensar la Ley del Trabajo, tomando en cuenta algunas prerrogativas claves: una nueva ley debe permitir la creación de empleo, no restringirlo a partir de estructuras rígidas. 

3.- La modernización tributaria es urgente, sobre todo viendo la vulnerabilidad de algunos resultados económicos después del auge. La persistente informalidad, el contrabando, la baja inversión privada y el escaso desarrollo de nuevas actividades en el país han mostrado que no alcanza sólo con buenos resultados macroeconómicos, sino que es necesario que el esquema tributario que afecta a la actividad económica en Bolivia cambie de enfoque, pasando de ser uno estrictamente recaudacionista, maximizador de las rentas capturadas y centralizador de los recursos a otro, en el que el sistema tributario permita también incentivos para los nuevos emprendimientos enfrentar las diferentes etapas de una empresa. Debe ser moderno también para permitir la formalización, y que esta no se entienda como una carga o un castigo, y finalmente, debe permitir e impulsar el logro de equilibrios presupuestarios, de municipios, gobernaciones y gobierno central.

Una reforma tributaria, construida en consenso con toda la sociedad, es urgente, toda vez que el actual sistema impositivo fue diseñado para ordenar y facilitar el cobro de impuestos en un momento en el que se salía de una de las crisis más fuertes que ha vivido el país. El actual momento de la economía boliviana es completamente diferente y exige, por lo tanto, cambios en este sistema.

4.- Recuperar los equilibrios en el desarrollo regional y sectorial, ya que las políticas económicas aplicadas en los últimos años han estado enfocadas a generar el crecimiento concentrado en pocos sectores, los extractivos en su mayoría, que tenían impactos altos en el consumo de los hogares a través del gasto del sector público, pero que a medida que se ha visto como los precios de las materias primas han caído, se ha visto también como los efectos han sido fuertemente asimétricos en las regiones, desnudando las debilidades y diferenciasen los procesos de crecimiento, en los esquemas productivos y en la dotación de recursos de cada una de las regiones y sectores. 

“No se puede seguir construyendo una Bolivia en la que existan regiones de primera y de segunda, o sectores privilegiados y sectores que deben sobrevivir en una realidad que es altamente destructiva de la oportunidad y la posibilidad de éxito. Para esto, es necesario regionalizar los planes de desarrollo, identificar las potencialidades de las mismas y establecer estrategias de integración comercial y productiva entre cada una de ellas”, culmina la Cámara. 

Edwin Miranda V. / La Paz

En Portada